martes, 11 de marzo de 2025

Mi peor crítica literaria: ¿El arte no se corrige?

El arte es subjetivo. 

Todos los que ejercemos la profesión artística lo sabemos, sin embargo, hay quienes llevan este lema más allá de lo razonable. Y sí, en su momento, yo fui uno de los adeptos al "subjetivismo del arte" por llamarlo de alguna manera.

Hasta que "el realismo de la vida" acabó con él.

Todo empezó con la publicación de mi primera novela, anteriormente llamada: "Los Surrealismos Del Amor". Cada vez que lo recuerdo, no puedo evitar acordarme de los dolores de cabeza que me tomó llegar a semejante título, pero ese es tema para otra entrada.

Tras dos años de trabajo e intentar con la edición tradicional sin éxito (y ahora entiendo la razón), autopubliqué en 2021, con 99% de Dunning-Kruger en mi sistema y 1% de fe en el miocardio (cabe decir).

Al principio, todo marchó como la miel sobre hojuelas. Tuve unas cuantas ventas entre mis allegados y a la par, hice lo mejor que pude en cuanto a marketing se refiere. La gente no compra el libro de alguien de quién ni debajo de las rocas han oído hablar, aunque eso habría que explicárselo a las ventas que obtuve mediante Tinder (sí, en serio).

Un día, la Doll Writter del pasado tuvo la estupenda idea de poner en práctica una estrategia que iba más allá de campañas publicitarias en Facebook y dejarme ligar por desconocidos, aceptando que adquirieran mi novela: las benditas reseñas.

Paréntesis: Aquí quiero agradecer con toda el alma a las personas que amaron la primera edición de la novela y eso se vio reflejado en sus comentarios. Nunca olvidaré como aquello me dio ánimos de continuar incluso cuando el síndrome del impostor lo tenía a tope. Gracias infinitas. Si algún día me vuelvo best-seller, tendrán mis novelas gratis, autografiadas y las exclusivas que surjan.

Pero bajando de las nubes doradas y volviendo al tema, como en todo en la vida, siempre hay un "negrito" en el arroz, esa nota que desafina al final de una canción.

Contacté con una web que se dedica a reseñar libros desde antes de que a mis padres se les ocurriera la genial idea de colocarme en la existencia. Hice llegar una copia al dueño del blog y esperé un par de meses.

Tal vez creas que mi infierno comenzó cuando terminé de leer la reseña, pero no.

Empezó seis meses después.

Verás, esperar tanto tiempo por algo, te hace crear expectativas fuera de proporción, porque crees que lo bueno siempre tarda en llegar. Ya te digo yo, que a veces lo peor se hace esperar y este caso no fue la excepción.

No leí la reseña el día que la recibí.

A pesar de que hasta ese momento había obtenido buenas reseñas, comenzó a gestarse un miedo irracional para ese entonces a las malas reseñas.

Incluso una persona muy querida para mí la leyó antes que yo y lo único que me recomendó es que la leyera. Y vaya que debí haberlo escuchado.

El día que dejé de creer en el "subjetivismo del arte", me había creado un perfil (o eso intentaba) en una web de la que no recuerdo el nombre pero es como el Workana de los escritores. En un apartado, podía adjuntar enlaces a las reseñas que me habían hecho para embellecer mi CV literario e incrementar mis posibilidades de ser notada por algún editor. Así que, cuando el terror ya me había abandonado hace tiempo, decidí buscar aquella reseña que me había hecho ese blog.

Debo decir que cuando terminé de leerla no sentí el golpe de la caída desde el pico de la montaña. Ni siquiera era consciente de que me había caído. Y no lo fui hasta que lo digerí con calma, en el silencio de la habitación y volví a leer mi novela años después de haberla publicado.

Quise arrancarme los ojos cuando los abrí a la verdad, pero ese mismo día entendí que el reseñista tenía razón y que algo tenía que hacer para cambiarlo. Lo que leí ya estaba en mi cabeza y no lo podría borrar.

Me levanté más rápido que lo que demoré en caerme.

Hablé el tema con alguien cercano, porque esta vez quería asegurarme de estar despierta en plenitud. Y lo que me dijo en resumen fue: leer tu novela es como estar sentado viendo una película.

Así descubrí que tenía el síndrome del guionista, nombre con el que bauticé a mi fijación por añadir más diálogos que narración. Identificado el problema y aceptado mi error, decidí buscar opciones para mejorar mi escritura. Tomé varios cursos al respecto que estaban a un muy bajo costo (Gracias Domestika.org) y te diré algo:

Me hubiera gustado haberlo hecho hace una década.

Quizá para el momento en que escribo esto, ya tendría varias novelas finalizadas y bien pulidas, se vale soñar. Pero bien dicen que el mejor momento para hacer un cambio que te impulse hacia donde quieres ir es el día de hoy, y que nunca es tarde para querer mejorar.

La moraleja de esta historia, como ya te venía adelantando al inicio es: el arte es subjetivo. Pero debemos dominar la técnica, practicar antes de publicar, hacernos más visibles (sí, aunque nos cueste) y todo eso antes de poder innovar.

El estilo del escritor es una cosa que se adquiere y se pule con el tiempo, leyendo mucho a otros que van muy por delante en el mismo transitar que nosotros y buscando siempre mejorar. Una corrección de estilo solo te hará correcciones que tienen que ver con la estructuración de las oraciones, no con tu estilo narrativo. Defínelo y elimina de él lo que lo hace ver como el que tendría un principiante, cíñete a las reglas antes de querer extender las alas para volar o terminarás estrellado como yo.

Pero, supongo que además de que en este oficio nos armamos de la virtud de la paciencia, también somos muy necios cuando se trata de alcanzar nuestros sueños.

Y por si te lo estás preguntando, dejaré a continuación el enlace a la mala reseña que me hizo despertar. Mil gracias, Selin.

Espero que se deleiten.

https://anikaentrelibros.com/los-surrealismos-del-amor




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